El habitante del taller

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Todo comenzó como al mes de que entrara a trabajar, a un costado del taller hay una puerta que al abrir conduce a una escalera que va un segundo piso y dan a un cuartito que se usa como dormitorio para los veladores.

Es pequeño según me decía mi tío, no tiene ventanas, en el cuartito sólo había una camita, una mesita con una silla en medio del cuarto, un sillón pequeño y un bañito, mi tío daba su primer ronda entre las 11 y 12 de la noche y luego se recostaba un rato y luego volvía a sus rondas.

Cierta noche mientras estaba recostado pero no dormido, vio que se encendió la luz del baño, mi tío se levantó, apagó la luz y cerró la puerta, se volvió a recostar y después de un ratito escuchó que jalaron la palanca del baño y la luz encendida otra vez.

Dice mi tío que cada vez que iba a apagar la luz el baño era como entrar a un congelador. Esto pasaba cada noche, mi tía le dijo que pusiera la imagen de un santo y prendiera una vela en el baño y así lo hizo, la imagen siempre la encontraba en el suelo y la vela se apagaba lo cual era raro porque no había ventanas por donde entraran corrientes de aire.

Un día a las 3 de la madrugada en una de sus rondas por el taller, dice que él se encontraba hasta el fondo del terreno y escuchó que desde el portón de la entrada gritaban su nombre, mi tío pensó que era su patrón que tal vez olvidó la llave pero por la hora se le hizo raro, todavía a un par de metros de llegar al portón volvió a escuchar que le gritaban por su nombre, abrió pero no había nadie.

Mi tío le platicaba a su patrón lo que pasaba pero el señor siempre se reía y no le creía. Mi tío se retiraba del taller a las 7 de la mañana y su entrada era a las 7 de la noche, cuando ya no había nadie en el taller porque la mayoría de los negocios por ahí cierra a las 6.

Mi tío tenía su propia llave del taller.

Un día llegó y su patrón lo estaba esperando, le dijo que quería decirle que ya creía en todo lo que le decía, que justo ese día el patrón llegó a las 8 de la mañana antes de la entrada de los empleados para ver unos pendientes, se encontraba sólo en el taller y de reojo vio a un hombre vestido de franela amarilla entrar por la puerta que conduce al cuartito del velador.

El patrón pensó que era mi tío y le gritó pero nadie respondió, entró a buscarlo al cuartito pero dice que estaba muy frío y no había nadie. Desde ahí ya no le causaba risa lo que mi tío le platicaba.

Una noche en que hacía mucho calor mi tío puso una hamaca en el taller y se recostó, empezó a sentir golpecitos en la espalda, como si una pelota estuviera botando debajo de él, se levantó y no había nada.

En otra ocasión habían bajado unos asientos de un autobús y los dejaron al fondo del taller donde había unos arbolitos y mi tío fue a sentarse ahí, con el rabillo del ojo vio que del suelo empezaba a brotar un líquido brillante, dice que parecía oro líquido y que hasta burbujeaba y le salían como estrellitas de tanto que brillaba, que se formó un charco de ese "oro" y cuando giró la vista para ver bien qué era, esto desapareció, escarbó en ese lugar pero sólo saco pedazos de cobre.

Ya de ahí todos los sucesos fueron subiendo de tono.

Una noche mientras estaba acostado en el cuartito, le jalaron las piernas de golpe que casi se cae de la cama, cuando abrió los ojos miró flotando sobre la mesita una nube de niebla blanca, mi tío se paró de golpe pensando que algo se estaba incendiando pero la "nube" empezó a moverse lentamente hacia las escaleras y bajó y al llegar a la puerta desapareció.

Lo último que pasó y que hizo renunciar a mi tío fue que empezaron a golpearlo mientras se echaba una dormida. Lo despertaban unas bofetadas que le dejaban la cara roja. Eso ya no lo aguantó y renunció.



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2 comments
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Bueno, bueno... otros temas seria interesante leer... gracias...

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